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Carta a los militares cubanos represores.

la represión se endurece en Cuba

A ti, que vistes orgulloso el uniforme militar porque tu misión es defender la patria cubana, te pregunto.

¿Con quién tomas ron cuando te quitas el uniforme?.

¿A quién abrazas en tus días y noches de tristeza?.

¿Con quién compartes las miserias de tu vida?.

Acaso la respuesta no es: «con mis hermanos y hermanas cubanos».

Entonces, ¿por qué golpeas ahora a tus hermanos?. ¿Por qué robas a los adolescentes de las manos de sus madres?. ¿Por qué disparas a tu pueblo?.

Tu misión es defender la patria y la patria no es un grupo de generales.

La patria es el pueblo, la patria es el grito unido que corea la multitud en las calles de Cuba.

¡Escucha a tu pueblo!.

Yo te he visto cuando salías del servicio de guardia.

Te vestías con un short viejo y una camiseta con publicidad barata, no tenías otros zapatos que los del uniforme y andabas en chancletas.

No tenías dinero ni para el transporte y esperabas que un hermano cubano parase su tractor para llevarte hasta el pueblo. Al mismo hermano al que ahora estás apaleando y al que luego le pedirás ayuda.

Me da pena que tu forma de pensar cambie según vistas el uniforme o te vistas de civil.

De civil no eres nadie y de uniforme te crees alguien porque te han dado el derecho a golpear, a arrestar y eso te gusta porque tú, en el fondo, no eres nadie y no eres nadie porque no tienes futuro,

Ese futuro de prosperidad y dignidad por el que tus hermanos están luchando y que tú estás tratando de impedir. ¡Qué estúpido eres!. ¡qué ignorante y qué cobarde!. No te das cuenta de que están luchando por ti.

Yo te he visto cada mañana gritándome, cada vez que me llamaban por teléfono demorabas en avisarme. Te pedía que me abrieses la puerta y me mirabas riéndote desde tu silla rota de tres patas y un cajón para sostenerla en pie. Siempre maltratándome psicológicamente desde tu miseria.

He visto como cerrabas la puerta del destacamento dejándonos sin comer porque no habíamos salido corriendo al escuchar tu voz.

Nos apagabas la televisión por qué no queríamos ver el noticiero de la revolución.

Nos provocabas constantemente para que incurriésemos en ese error y así poder añadir una sanción a nuestra injusta condena.

Mientras hacías eso, tenías la falta de vergüenza de pedirnos jabitas para llevarte de la cocina la comida que nos correspondía. Por eso llegaba tan escasa, porque todos vosotros os llevabais nuestra comida para alimentar a vuestras familias.

Recuerdo que diariamente me pedías cigarrillos, otras veces me pedías que te comprase un jaboncillo en el shopping porque la revolución te pagaba una mierda y ni para jabón te llegaba el salario.

¿Te acuerdas de las veces que me pediste que te buscase una mujer española?. «Aunque sea vieja» -me decías- para darle pinga y así poder vivir de ella. Esa era tu propuesta de futuro, eso es a lo que aspirabas. ¡Qué tristeza!.

Y tú, que vives miserablemente, que te quejas constantemente de tu vida de sacrificios y pobreza ahora te enfrentas a tu pueblo, a tu propia familia, a tus compañeros de barrio, a tus hermanos.

Los golpeas, los arrestas y los maltratas porque están pidiendo en voz alta lo que tú no tienes el valor de pedir, pero que tantas y tantas veces se lo has dicho en voz baja a tus amigos y familiares.

¿Qué clase de hombre eres?.

Abandona ya tu miedo como lo han abandonado el resto de los cubanos.

Crees que esta revolución del pueblo no va a salir adelante y simplemente estás asegurándote un plato de chícharos y arroz agusanado para el futuro porque tienes miedo.

¡Eres un cobarde!.

Piensa en tu patria. Piensa en tus hermanos. Únete a ellos y deja el miedo.

De otra manera no serás nunca un hombre y vivirás tu existencia sabiendo que traicionaste a tu patria, a tu pueblo y a tu propia familia.

¡Patria y Vida!

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