
En mi libro la Gran Prisión se describe un espeluznante relato de un español detenido en Cuba en la prisión La Condesa por un delito que no cometió.
En el libro La Gran Prisión relato las crueldades a las que somete el régimen castrista a los presos. Tanto nacionales como extranjeros, la corrupción de jueces y fiscales y la tiranía con la que el jefe de la prisión de extranjeros en Cuba la dirige.
Detallo las historias de españoles y extranjeros, algunos de ellos multimillonarios, que fueron excluidos de todos sus bienes y encarcelados también por el régimen.
También analizo cómo es la vida real del cubano día a día. Cómo actúa el gobierno en todos los ámbitos privados de la vida de estas personas. Esto desenmascara esa imagen idealizada, paradisíaca y segura, que los gobiernos quieren dar de Cuba.
Por supuesto, relato con todo detalle cómo es la realidad del sexo en Cuba y las relaciones de las cubanas con los extranjeros.
Todo ello relatado en medio de una gran historia de amor llena de ternura.
La mayoría de las veces visitamos países pero, en realidad no los conocemos, porque nos limitamos a alojarnos en hoteles y hacer turismo. Por tanto con su lectura pretendo que, aunque te alojes en un hotel, conozcas perfectamente la vida del cubano.

Seguidamente quiero ofrecerte el prólogo de mi libro La Gran Prisión, con su lectura tengo la seguridad de que encontrarás largos ratos de placer y aprenderás muchas cosas que nadie cuenta sobre esta isla.
Prólogo del Libro La Gran Prisión
«Para
ningún hombre -ni aún para el historiador o el astrónomo- el Tiempo ha sido
Señor tan absoluto como para el hombre preso. Es en el presidio donde el
silencioso monarca caminante tiene su trono implacable y donde sus dos fríos e
inalterables consejeros -el Reloj y el Almanaque- ejercen su función con más
perversa lentitud y ceremonia…». «¡Pero eso no es nada!… ¡La mosca, puerca,
repugnante, vuela en nubes, se mete en la boca abierta del bostezo y por la
ventanilla de la nariz, después de posarse en el cadáver podrido picoteado por
las auras!… ¡Y en la comida vuela la mosca…, Y viene muerta, ¡flotando sobre
los caldos!». «Pero, además, el Almanaque tiene otros eficaces ayudantes en las
Fechas y en los Sueños, instrumentos que se encargan de esgrimir con habilidad
perversamente incomparable la Esperanza… Y ahí le quedan como anzuelos crueles,
los indultos, las amnistías y las rebajas de condenas…». «Después, por varios
días, quedaban silenciosos, cohibidos, arrinconados… Eran como pobres muñecos a
los que se les hubiera roto la cuerda». «¡La Mujer!… ¡Los hombres que no han
estado presos no saben lo que es la Mujer!… ¡Ni siquiera en el sentido animal y
lúbrico de la palabra!… ¡No lo pueden saber, como no sabe el rico lo que es el
hambre del pobre!… ¡Como en los cuentos de la infancia, cuajados de héroes y
aventuras maravillosas, la Mujer cobra en la imaginación del preso similitudes
y perfiles fantásticos que para el hombre sensible no se limitan al sexo
estricto, sino que se extiende, como una enredadera milagrosa y perfumada, ¡a
lo más puro y lírico del corazón humano!». «Para muchos, desesperados o
perdidos, la libertad solo será retornar por el camino de la cárcel, un
descender por el plano inclinado del vicio hasta la ergástula, hasta la sentina
del asco, en donde, expertos ya, ¡el terror será menos y el hambre más suave!.
Y así es como, para un pavoroso número de «libertados» el presidio se convierte
en un vórtice vertiginoso que se traga a muchos y que arroja hacia la periferia
a otros, destrozados, que más tarde el tumulto de las aguas volverá a llevar
hacia el centro… ¡Y así, ya para siempre, hasta la muerte!».
«Retazos de reflexiones sombrías que se le escapan a uno, como palomas negras y
caen sobre la blancura del papel. ¡Es mejor que se queden así, como parte de
una acusación no ya a un hombre, sino a toda una sociedad cobarde y bribona,
ruin y decadente, que derrama la leche artificial de su voluntad en cerchas de
crónica social, en orfelinatos de recomendados, en beneficios de teatros,
mientras la virginidad del niño se pudre en la promiscuidad de la pobreza y el
corazón de los hombres martillados en el presidio, se trueca en llaga
hedionda!… Acusaciones que se escapan, pero no contra los presos, purificados
por el martirio, sino contra todos… ¡Contra todos los que pudiendo hacer algo
no hacen nada!… Contra muchos de los que leerán esto y pensarán y dirán: ¡qué
horror!… ¡Y ahí terminará su esfuerzo!».
«Cartas del Presidio» de Pablo de la Torriente Braun
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