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Prisiones cubanas. El Tratamiento Búlgaro y Fidel Castro.

Rebuscando datos en internet sobre las prisiones cubanas y los métodos que la tiranía castrista aplica a través de su MININT encontré un estupendo artículo de Carlos Alberto Montaner.

En él nos habla de El Tratamiento Búlgaro, un método conocido por algunos que, sin duda, el dictador aplicó entre sus filas.

Prisiones cubanas. El Tratamiento Búlgaro y Fidel Castro.
Che Guevara y Fidel Castro

Sebastián Arcos, uno de los héroes de la resistencia cubana durante la tiranía, ex luchador contra Batista y contra Castro, ex preso político, ex catedrático de la Universidad, fundador junto a su hermano Gustavo y Ricardo Bofill del Comité pro-Derechos Humanos, murió rodeado de sus hijos, de su mujer de siempre, la entrañable María Juana, de unos cuantos amigos forjados en los calabozos y en el infortunio. Fue un tipo bueno y duro, recto, de ésos que no conocen la deslealtad ni la mentira.

Te vamos a meter en la celda para que te enfermes de cáncer. Prisiones cubanas.

Prisiones cubanas. El Tratamiento Búlgaro y Fidel Castro.

A Leonel Morejón Almagro se lo advirtieron: «Te vamos a meter en la celda que ocupaba Sebastián, para que te enfermes de cáncer como él». Y lo cierto es que cuando Sebastián se quejaba de dolor de espalda y lo llevaban al médico de la prisión, el diagnóstico solía ser cínicamente benigno: «No es nada; sólo las vértebras fatigadas, o los músculos»

Al fin, cuando lo dejaron marchar al exilio, la metástasis era implacable y el gobierno ya lo sabía. Por eso autorizaron su expatriación. No querían otro «mártir» en las cárceles cubanas, y menos de esa dimensión internacional

Cuando llegó a Miami, apenas media hora les tomó a los médicos establecer el diagnóstico correcto. Ya no había posibilidades de curarlo. Cuando más, sólo se podía alargar su vida y reducir el dolor con una piadosa combinación de morfina y nervios cercenados. ¿Exagero? ¿Es este artículo un síntoma más del exilium tremens?.

El Tratamiento Búlgaro.

Lea lo que sigue con extremo cuidado: hace 19 años un joven biólogo cubano (llamémosle David)»desertó» en el aeropuerto de Barajas. Viajaba de Bulgaria a Cuba con escala en Madrid. Fue tan hábil, que no sólo se les escapó a los guardias de la Seguridad cubana que lo acompañaban en el avión, sino que hasta escapó del aeropuerto sin ser detectado por las autoridades españolas

Al día siguiente se presentó a la policía y contó su historia. Esa misma tarde me la repitió con espeluznantes datos y señales: venía de Sofía, en donde la siniestra policía política de Zhikov le había dado un adiestramiento especial para inducir cáncer en adversarios a los que se había decidido eliminar por procedimientos no sospechosos. Le llamaba el tratamiento búlgaro

«Lo más sencillo (me dijo) es colocar un isótopo radiactivo en la silla habitual del objetivo (ya hablaba la jerga de los Servicios) o en una chaqueta que utilice frecuentemente, o en el colchón, o en el asiento del coche; al cabo de pocos meses hay una gran posibilidad de que se inicie un proceso canceroso en el mediastino».

Matar con isótopos radiactivos. Prisiones cubanas.

Prisiones cubanas. El Tratamiento Búlgaro y Fidel Castro.

Un «isótopo radiactivo» no es un elemento extraño. Casi todos los grandes hospitales los utilizan, paradójicamente, para combatir ciertas formas de cáncer, y son unos pequeños filamentos metálicos fácilmente escondibles. «Lo ideal es colocarlo y luego retirarlo a los seis meses para que nunca queden señales del crimen». «¿Ya lo has puesto en práctica»?, recuerdo que le pregunté bastante alarmado. «No, pero pensaba hacerlo tan pronto llegara a Cuba, si no conseguía desertar». «¿Algún disidente?», indagué nervioso

«No, pensaba probar con mi suegra, una odiosa hispanosoviética que hizo trizas mi matrimonio». Afortunadamente, David conoció a una espléndida muchacha española, se casó con ella y hoy vive en Estados Unidos totalmente alejado de la innoble «profesión» aprendida de los búlgaros.

Laboratorios secretos en Cuba de ingeniería genética y biotecnología.

Más datos: en Cuba hay dos super secretos laboratorios de alta seguridad en el reparto Siboney. Ambos con cámaras de descontaminación. Situados en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, en los que se produce aflotoxina. Otra sustancia fuertemente cancerígena que afecta los pulmones. Así como una variedad de armas tóxicas y químicas semejantes a las que aparentemente escondía en sus palacios el señor Saddam Hussein. Buen amigo de Castro y con quien compartió el odio a los gringos y el médico de cabecera, un eminente ortopeda, el doctor Álvarez Cambra

¿Para qué esas armas? Para enfrentarse al «imperialismo yanqui» en caso de un conflicto militar. Esas, las químicas, las biológicas, como se ha dicho, son las bombas atómicas de los pobres. Incluso, hay algunas plagas que ya han sido ensayadas de la manera menos riesgosa: utilizando como modo de trasmisión las aves migratorias que vuelan entre Cuba y la Florida en determinados periodos del año. Los experimentos (en los que participara un ornitólogo cubano especialista en aves rapaces hoy radicado en el exilio) se hicieron con ácaros poco dañinos, pero lo que se buscaba era saber la efectividad del medio de transporte. Si era eficaz, en su momento los patos podían transportar virus y bacterias mucho más letales.

Castro es un enemigo peligroso que sólo se guía por su instinto de supervivencia y no vacila en ordenar el asesinato de un adversario si cree que éste presenta un riesgo potencial contra la estabilidad de su régimen.

Lo hizo a tiros con el comandante Aldo Vera, su excompañero de lucha, en las calles de Puerto Rico, o con José Elías de la Torriente en Miami.

Es probable que lo haya hecho, de manera más sutil, mediante la inducción de cáncer, contra Manuel Artime Buesa, su archienemigo de los sesenta, muerto a los 38 años con los pulmones inexplicablemente destrozados; contra Rafael García Navarro, anticastrista activo, económicamente poderoso, socio y amigo de Rafael Díaz Balart, excuñado de Castro y la persona viva que más odia el dictador cubano, desaparecido de igual manera a los 41 años; o, incluso, contra Jorge Mas Canosa, quien a los 53 años, y tras una vida saludable en la que no conoció el cigarrillo, descubre que sólo le quedaban cinco años de vida puntillosamente exactos.

Tal vez algún día encajen todas las piezas del rompecabezas. O tal vez todo quede como un rumor que el tiempo irá borrando. Lamentablemente, los crímenes de Estado suelen ser «perfectos». A mí me hubiera gustado escribir una sentida nota necrológica sobre Sebastián, pero sé que el mejor homenaje que se le puede hacer es contar lo que sabemos y lo que intuimos. Sebastián era un hombre bueno, recto y duro. Así vivió. Así supo morir.

La prisión K8 o donde se perdió la llave. Parte 4.

Última parte de esta serie de videos sobre las condiciones en las prisiones cubanas donde se detallan gráficamente los horrores a los que se les somete a los presos.

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