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Torturas en prisiones cubanas. El pan nuestro de cada día en Cuba.

Torturas en prisiones cubanas y Cuba, miembro de pleno derecho en el Consejo de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Comité derechos humanos

El país, que ha aceptado y firmado los tratados internacionales sobre derechos humanos, los incumple permanentemente.

Desde las calles de La Habana hasta el último barrio de Guantánamo, las torturas físicas y la presión psicológica sobre el pueblo es constante.

Desde la prisión de Guantánamo, vecina de la base estadounidense, -tan reprobada por el régimen debido al tratamiento que se les da a los terroristas internacionales que allí se custodian-, hasta la prisión para extranjeros La Condesa en Güines, estas torturas en prisiones cubanas son el pan nuestro de cada día.

Hace algunos días, desde México, nos relataba Israel, un colaborador de este blog, las últimas torturas físicas que pudo vivir en La Condesa.

En esta ocasión se trata de cuatro ciudadanos rusos, los grandes amigos del castrismo.

Estos jóvenes, de familias adineradas, habían emprendido un viaje por Sudamérica que, en su último periplo, los llevaría desde Perú a Moscú, pero antes el avión haría escala en La Habana.

Check-in en tránsito en La Habana

La legislación internacional dice que, si has comprado ambos vuelos a la vez y están bajo el mismo localizador o reserva, no tendrás que recoger las maletas facturadas en las cintas del aeropuerto de conexión.

No importa que los vuelos sean de diferentes compañías. Tu equipaje será etiquetado en el mostrador del primer aeropuerto para ir directamente a tu destino final.

Sin embargo, Cuba no cumple con esta obligación internacional y obliga a recoger el equipaje y volver a hacer check-in.

El motivo no es otro que el decomiso de las mercancías y la aprehensión de los ciudadanos extranjeros, convirtiéndose así la isla en una trampa mortal para todos los turistas.

En concreto, estos cuatro turistas consiguieron burlar la seguridad en Perú y llegaron a La Habana con 800 g de cocaína.

Una vez arrestados en La Habana, probablemente por las informaciones de un colaborador del MININT en Lima dedicado al tráfico de drogas, fueron cruelmente interrogados de madrugada por diferentes agentes de la Seguridad del Estado durante semanas, pero todos declararon que uno de ellos, Vladimir -nombre ficticio para este artículo- no tenía nada que ver con la droga, pues desconocía que sus compañeros la transportaban.

Huelga de hambre.

Una vez ingresados en la prisión La Condesa, los cuatro se pusieron en huelga de hambre exigiendo la libertad de Vladimir.

La fiscalía se negaba a soltarlo, aunque no había pruebas contra él, ya que no se había encontrado nada en su equipaje.

No obstante, el instructor, esa persona siniestra encargada de crear una historia tétrica y relatarla en la instrucción como si se tratase de una novela de crimen e intriga de Agatha Christie, le había relacionado con la mafia rusa sin más pruebas que “la ciencia, la lógica y la razón”, en la cual basan el 90% de las acusaciones.

Celda de Castigo.

Al comenzar la huelga de hambre, inmediatamente fueron trasladados a «la 47», la celda de castigo de La Condesa.

La 47 es una celda de hormigón, de 3 m de largo por dos de ancho, en la que una placa de cemento hace las veces de cama, quedando un pasillo de 40 cm en el que el preso apenas puede estar de frente y mucho menos moverse durante las semanas que permanezca allí.

Una tortura sicológica que acaba con la voluntad de los más fuertes y que, al contrario del efecto buscado, acaba produciendo en el preso una rebeldía ante la injusticia y una negativa a aceptar todas las normas, mucho más acentuada que antes de pasar por ese suplicio.

Desayuno de La Condesa. Panecillo de 10 gr y agua con azúcar.

Al final de la celda de castigo, en el suelo, un agujero fétido del que salen olores repugnantes y que está cubierto de excrementos, sirve para hacer las necesidades fisiológicas del preso y ducharse sobre él mientras sostiene un pequeño cubo con agua turbia que semanalmente se le proporcionan.

La dirección de la prisión La Condesa.

El teniente coronel Julio Ibarra llegó a  La Condesa tras una inspección del Departamento de Seguridad de Prisiones del MININT que detectó que el mayor Redy Méndez Acosta se quedaba con los salarios que le correspondían a los presos que se encontraban en mínima seguridad.

Fruto de esta investigación fue la anulación del derecho que asiste a los presos de pasar a tercer grado (mínima seguridad en Cuba) según el Código Penal cubano y el Reglamento de Prisiones.

Este hombre, que había sido depuesto del cargo porque había maniatado a un preso y le había golpeado repetidamente junto al “oso Sarmiento”, Jefe de Orden Interior, fue el que el MININT consideró más idóneo para restablecer el orden.

Las torturas en prisiones cubanas deben continuar y quién mejor que alguien con un currículum como el de él.

24 horas esposado.

Después de la vuelta de Julio Ibarra para dirigir la prisión La Condesa, los presos que son llevados a la celda de castigo permanecen las 24 horas del día esposados. Solo se las quitan para dormir a las 22.00 horas y para hacer las comidas dentro de la celda, lo cual dura un máximo de diez minutos.

La imposibilidad de limpiarse el sudor en esas condiciones térmicas y de apartar las miles de moscas y mosquitos que infestan la celda, produce un trauma sicológico que pocos son capaces de soportar y que deja huellas imborrables en el comportamiento de cualquier persona.

Después de seis días en esas terribles condiciones, el Jefe de Orden Interior, acompañado de otros oficiales, entre ellos su esbirro preferido, el oficial de nombre Paz, les empezaron a golpear a diario. Previamente les echaban gas lacrimógeno para cegarlos e impedirles defenderse.

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Oficial Paz. Torturador de La Condesa.

Alíen Arguelles Pereira es el nombre del Jefe de Orden Interior. Un especialista en torturas en las prisiones cubanas. Este muchacho relevó al capitán Sarmiento, un energúmeno extremista con una incultura infinita pero una capacidad para la tortura espectacular. Alcohólico y peligroso, pues cuando estaba de servicio bebía mucho y siempre encontraba un motivo para enviar a alguien a la celda de castigo.

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Alíen, Jefe de Orden Interior en La Condesa

De las mismas características que su antecesor y una personalidad bipolar y muy agresiva, este oficial se ensañó con los presos, con el beneplácito del jefe de la prisión, teniente coronel Julio Ibarra, el segundo jefe, mayor Redy Méndez Acosta y del jefe de los reeducadores, capitán Guzmán Cobas Cabrera, pegándoles una soberana paliza a los cuatro presos.

¿De qué justicia estamos hablando en Cuba?. ¿Cuál es la seguridad jurídica de las personas en la isla?

Como consecuencia, Vladimir, que era de estructura física delgada, sufrió varios traumatismos y hubo de ser evacuado al hospital.

Pasados varios días, les informaron a los otros tres compañeros que Vladimir había sido puesta en libertad y dos de ellos depusieron la huelga de hambre, que ya les había causado daños físicos irreversibles, pero uno de ellos no aceptó, pues, conociendo las mentiras de las que hacen gala los componentes del MININT, no les creía.

Hasta que finalmente pudo verificarlo hablando con Vladimir y su familia.

Esto implica que una acusación de Tráfico Internacional de Drogas, que conlleva una sentencia de 15 años de prisión fue retirada por presiones de otros tres acusados.

¿Cómo es posible esto?. ¿Cómo es posible que un convicto acusado de tráfico internacional de drogas sea liberado sin ninguna responsabilidad tras haber sido dictaminado culpable por un fiscal?.

Las torturas en las prisiones cubanas no son solo físicas. Las torturas sicológicas dejan huellas indelebles en el tiempo.

Consulados y embajadas extranjeras en Cuba. Encubridores de los maltratos de extranjeros.

Los cónsules y embajadores no denuncian estas bárbaras torturas en prisiones cubanas, se hacen cómplices de ellas e incluso se permiten alegar, como me dijo el embajador de España en Cuba, Juan Francisco Montalbán Carrasco, al responderme a una carta en la que me quejaba de todo el procedimiento judicial, la indefensión a la que me sometían y las condiciones físicas y sanitarias en las que me encontraba que todo ello eran «procedimientos legales de Cuba» y, por tanto, él no podía intervenir.

El MININT lo sabe, sabe de la cobardía de nuestros representantes en los consulados y embajadas y, por eso, las torturas nunca acabarán en la prisión la Condesa

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