La desobediencia civil activa dos de los principios legitimadores del orden democrático: la soberanía popular y el reconocimiento mutuo del derecho a tener derechos. Por ello, contribuye por una parte a salvaguardar y expandir los derechos, y por la otra a ampliar el horizonte democrático.
La desobediencia a la ley, como resistencia a la autoridad.
La desobediencia a la ley, como resistencia a la autoridad ha adoptado diversas formas a lo largo de la historia. En algún tiempo se les denominó rebeldes, resistentes o revolucionarios a los desobedientes. Sin embargo, en los últimos años, estos términos han sido desplazados y sustituidos por la expresión «desobediencia civil».
La primera referencia histórica a la desobediencia civil suele atribuirse a Henry David Thoreau, quien en 1846 se negó a pagar sus impuestos al gobierno de Estados Unidos en oposición a la esclavitud y a la guerra contra México.
Thoreau, condenado a prisión durante unos días, publicó en 1849 un conjunto de escritos sobre sus acciones contra la guerra conocidos con el título Desobediencia civil.
En este trabajo Thoreau sentó las bases de lo que hoy en día se conoce como desobediencia civil: la justificación del rechazo público, consciente, colectivo y pacífico a acatar leyes o políticas gubernamentales consideradas injustas o inmorales.
Sin embargo, es en 1913, con Mahatma Gandhi, cuando se generaliza la noción de desobediencia civil como reacción ante las fuerzas colonialistas inglesas en la India. Tiempo después, en los años sesenta, Martin Luther King, quien encabezaba la lucha por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos, adopta también la estrategia de la desobediencia civil.
Desde entonces, diversos grupos y movimientos sociales han apelado a la desobediencia civil en defensa de causas sumamente diferentes. Estados Unidos, contra la guerra de Vietnam. Checoslovaquia, frente a la invasión soviética. Alemania, contra la instalación de armas nucleares.
En Argentina, a fines de los años noventa, se calificó de desobediencia civil a las ruidosas manifestaciones sociales con cacerolas y a los «piquetes» destinados a bloquear el tráfico con el propósito de exigir empleo, comida o subsidios. Brasil también denominó desobediencia civil a las acciones del Movimiento de los Sin Tierra.
También en los últimos años se denominó desobediencia civil al movimiento de «los parados» y a las protestas de los inmigrantes en Francia. A las movilizaciones y protestas en Seattle, Génova y Cancún frente a la Organización Mundial de Comercio. Las acciones de los movimientos ecologistas como Greenpeace y OXFAM. A algunas de las acciones del Foro Social Mundial. A las manifestaciones contra la guerra de Irak en los Estados Unidos y en otras partes del mundo y a la oposición a la revolución bolivariana de Chávez.
Todos estos son ejemplos de expresiones colectivas que han apelado a la desobediencia civil como estrategia para reivindicar derechos, para cuestionar las leyes y las políticas gubernamentales o para confrontar a las corporaciones trasnacionales.
Hoy, la desobediencia civil se impone en Cuba como la medida más adecuada a la pretensión del gobierno dictatorial de bloquear las manifestaciones a nivel nacional planteadas para el 20 de noviembre.
El régimen cubano ha vuelto a hacer un llamamiento al combate, al enfrentamiento entre cubanos, similar al realizado por Miguel Díaz-Canel el 11 de julio (11-J) en medio del estallido popular; en esta ocasión, el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) anunció la semana pasada la militarización total del país para la realización del Ejercicio Moncada los días 18 y 19 de noviembre, culminando el 20 de noviembre (20-N).
Esta es la fecha del Día Nacional de la Defensa, fecha elegida por el grupo Archipiélago para convocar a los cubanos a la Marcha Cívica por el Cambio.
Esta movilización ciudadana ha sido convocada en redes sociales desde hace varias semanas por numerosos intelectuales, periodistas, artistas, activistas de derechos humanos y representantes de la sociedad civil que conforman el grupo Archipiélago.
Según los promotores de la iniciativa, el objetivo es marchar pacíficamente contra la violencia «para exigir que se respeten todos los derechos para todos los cubanos, por la liberación de los presos políticos y por la solución de nuestras diferencias a través de vías democráticas y pacíficas».
Para ello, se han presentado solicitudes de aprobación a las autoridades en ocho de las quince provincias cubanas. En localidades, como Santiago de Cuba, la persona que debía entregar el documento fue violentamente detenida y amenazada; mientras que, en la provincia de Matanzas, las autoridades han bloqueado el acceso al gobierno provincial y a la oficina del Intendente para así evitar que se entreguen las peticiones.
Varios de los promotores han sido igualmente detenidos o citados por la policía política para intimidarlos por su apoyo a la marcha; algunos de los manifestantes del 11-J que han sido recientemente excarcelados han expuesto igualmente las amenazas para que no se sumen ese día a las protestas. Más de mil personas han firmado las cartas de apoyo a la iniciativa.
Se acabó el miedo
Ante el anuncio de militarización del país y como respuesta, el grupo Archipiélago informó en rueda de prensa su intención de adelantar la marcha al 15 de noviembre (15-N). Para así evitar confrontaciones innecesarias con el régimen cubano.
El dramaturgo Yunior García Aguilera, uno de los promotores de la iniciativa, explicó que no era una opción el suspender la convocatoria.
«Es una cosa normal que los ciudadanos se manifiesten. Aunque en Cuba en 62 años nunca se han aprobado marchas antigubernamentales, y nosotros no podíamos renunciar a ese derecho. (…) Esto tiene que convertirse ya en la marcha de la sociedad civil cubana.
Los que estén dentro de Cuba marchemos en nuestras ciudades, y los que estén fuera de Cuba también. Puede ser ese mismo día o el anterior o los siguientes. Si el mundo entero mira ese día hacia Cuba podemos impedir la violencia. (…) Ellos (el gobierno cubano) han respondido a una marcha cívica de manera militar, nosotros tenemos la dignidad y la firmeza de defender nuestros derechos con todo el civismo y la paz, ya basta de que se pisoteen los derechos de los cubanos», señaló. La marcha se ampara en la Constitución cubana, la cual en su artículo 56 reconoce el derecho a manifestación.
García Aguilera realizó igualmente un llamamiento a la izquierda internacional cómplice de la dictadura cubana: «Dejen la hipocresía». Para el artista, no existen dictaduras de izquierda ni de derecha, y «ya América Latina ha sufrido demasiado para seguir permitiendo dictaduras.
No hay una sola dictadura en el mundo que se sostenga si su pueblo dice basta. Cuando entendamos el poder que tenemos como pueblo, como ciudadanos, sin violencias, sin bravuconerías, se acabó el abuso.
Ser honesto, decir lo que uno piensa y actuar en consecuencia es un derecho.
El 15 de noviembre coincide con la apertura de fronteras anunciada por el régimen cubano. Por lo que los manifestantes tampoco estarían violando las normas sanitarias por la Covid-19.
El pueblo cubano debe negarse a su movilización militar.
Este es un momento histórico en el que el pueblo cubano debe de estar unido contra la dictadura. No es pequeño el esfuerzo de dignidad y valentía que se le pide, pero ninguna guerra se gana sin grandes héroes y todos y cada uno de los cubanos que desean una Cuba Libre deben de estar dispuestos a darlo todo por su nación, por su futuro y por el futuro de sus generaciones venideras.
Los cubanos no pueden seguir viviendo en esa dictadura que lleva 62 años anulando todo derecho a pensar, a hablar y a decidir sobre el futuro de su nación.
Llegó la hora de levantarse todos a una.